La arquitectura de Josep Maria Fargas y Enric Tous surgió en unos años en que la industria de la construcción dentro de España presentaba un importante retraso respecto de los avances tecnológicos exhibidos en las construcciones de los países del centro de Europa y Estados Unidos. Fargas y Tous, en un intento por actualizar la arquitectura local, se embarcaron en una búsqueda de nuevas alternativas constructivas que dio como fruto la producción de obras con un profundo sentido de la cualidad estética de los materiales, basado en las nociones de precisión, claridad estructural y flexibilidad del sistema modular. De aquí destacan obras como la Casa Mestre (1956), la Tienda Georg Jensen (1958), la Casa Ballbé (1962) y la Fábrica Dallant (1963), que marcaron un periodo de producción inicial que posteriormente, con la apertura del mercado español y la llegada de las nuevas tecnologías, se vio desvirtuado por un manejo formalista de los nuevos medios. Las obras antes mencionadas, al momento de su aparición, se vieron enfrentadas a la oposición de la tendencia Realista, que a principios de los años sesenta comenzaba a adquirir mucha cohesión dentro de Cataluña, lo que llegó a poner en entredicho gran parte de los logros que la arquitectura moderna había alcanzado hasta ese momento y, de paso, el valioso aporte a la arquitectura local que Fargas y Tous estaban realizando. El alto grado de ideologización –incluso politización– en que había caído la arquitectura, tendió un velo conceptual sobre obras que se basaban simplemente en los aspectos más empíricos del proyecto de arquitectura. Para mayor infortunio, y por distintas circunstancias, tanto la Casa Mestre como la Tienda Georg Jensen, la Casa Ballbé y la Fábrica Dallant fueron desapareciendo como obras, por lo que su revisión se reduce actualmente al análisis de unos pocos planos y fotografías originales en blanco y negro. La tecnología actual permite reconstruir digitalmente estas obras, lo que abre la posibilidad de volver a experimentar –al menos de manera análoga a la realidad– la vivencia de sus espacios y también, como producto del propio proceso de reconstrucción, acceder a un análisis pormenorizado, desde el emplazamiento hasta el detalle constructivo, de los distintos criterios de configuración de la forma con que cada proyecto se llevó a cabo. Por lo tanto, la reconstrucción digital que aquí se propone es fundamentalmente un medio que posibilita la comprensión de los valores arquitectónicos más esenciales de obras de gran calidad, cuya revisión en profundidad se ha ido postergando en el tiempo, al parecer como consecuencia de la infravaloración con que la crítica las ha estigmatizado, y al mismo tiempo por el olvido y las limitaciones de cara a una investigación que comporta la extinción de estas obras.
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