Este articulo recoge una reflexión basada en la observación directa del alumnado de educación primaria en un colegio marginal durante los recreos y los ratos de juego programados en la clase de educación física.
Esta experiencia cuestiona la demonización que algunos educadores hacen del juego competitivo frente al concepto de juego cooperativo, y discute en defensa del valor educativo que tiene, ya que ayuda a la construcción de la personalidad, estimula la madurez física y psíquica y, por encima de todo, incita a la interacción entre los compañeros.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados