Las reformas políticas estructurales propulsadas en Argentina durante la década del ¿90 estuvieron ligadas a la introducción de un nuevo modelo económico y social hegemónico de orientación neoliberal, basado en una economía de libre mercado, la consolidación de estados "mínimos", el fortalecimiento de la ciudadanía desde una perspectiva individual e individualizante y la intensificación de reformas económicas y sociales estructurales constreñidas en los nuevos mandatos infringidos por la globalización. Dentro del campo educativo, los jóvenes fueron concebidos como actores estratégicos del desarrollo, pero en los hechos, y dada la deficitaria cristalización de los postulados de la reforma implementada en el seno del estado y de todos sus dispositivos políticos e institucionales, estos actores se hallan en nuestros días desprovistos de capitales y herramientas sociales y culturales suficientes que resultan inexorables para una integración efectiva en un mundo cada vez más complejo, ambivalente y vertiginoso. En este peculiar escenario, los jóvenes de hoy y las nuevas generaciones del mañana estarán confrontados cada vez más con fenómenos como la profundización y pluralización de los procesos de exclusión social, la devaluación de las credenciales educativas, la desintegración social, la diversificación de las trayectorias biográficas y educativas de las personas, etc. Por todo lo expuesto, la elaboración de una política de juventud capaz de inscribirse como articulador efectivo de las demandas, necesidades y derechos sociales de los jóvenes y potenciador de la participación, autoorganización y consenso de estos actores, resulta una vía plausible para poder diseñar propuestas y programas de intervención socio educativa congruentes con la dimensión y naturaleza de sus necesidades y problemas.
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