Por el rápido crecimento de la población, el principal problema para el abasto de alimentos en la Cuba del siglo XIX fue más bien de cantidad que de variedad. Los tipos de alimentos más abundantes eran fáciles de encontrar en las principales ciudades, no así en los campos; los precios se consideraban excesivos y no siempre el estado higiénico de los comestibles era bueno. En el período analizado nunca se logró la regularidad en los abastos, aún con las embarcaciones de cabotaje y el ferrocarril con que se estableció un puente comercial entre determinadas jurisdicciones, principalmente de Occidente. Repecto a la comercialización, a partir de la década tercera del siglo XIX las principales ciudades cubanas contaron con grandes plazas de mercados, pescaderías y pulperías; en las áreas rurales aumentaron las tiendas mixtas; y los vendedores ambulantes llegaron a formar parte importante del vivir cotidiano cubano.
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