En el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, a comienzos de la decada de los sesenta del siglo pasado, comenzó un Proyecto lexicográfico doble: Diccionario Griego-Español y Diccionario Latino-Español. La dirección quedó en manos de Francisco Rodríguez Adrados y Sebastián Mariner Bigorra respectivamente. En ambos casos se trataba de suplir una grave deficiencia: la inexistencia de un diccionario adecuado al momento. Mientras que el resto de las lenguas europeas contaban con diccionarios de nivel universitario y científico aceptable, en el ámbito castellano quedaba este hueco por cubrir.
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