La modernidad trajo consigo muchas consecuencias. El desarrollo tecnológico y el progreso inundaron todos los ámbitos de la vida. En este sentido, las antiguas ciudades fueron el escenario de la aplicación más estricta de ese mismo progreso. Muchos autores han teorizado acerca de estos principios, prestando una especial atención a las dimensiones espacial y temporal de las ciudades. La comprensión y definición de estas dos dimensiones han sido cruciales en el entendimiento del propio ser humano. Paul Virilio, el teórico de la velocidad, plantea esta discusión desde un particular punto de vista. Virilio concibe las ciudades como espacios de aceleración, en los que la tecnología y la arquitectura impiden la ancestral ocupación humana de la comunicación, imprescindible en el desarrollo del conocimiento.
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