La generación adulta describe a la juventud como un naufragio y un vacío existencial, sin darse cuenta de que esta percepción desgasta justamente a quien la enuncia. Y en educación, el discurso de crisis ahoga un verdadero debate sobre convivencia, entendida ésta no como una negociación comunicativa sino como lo que es de verdad: perturbación, conflictividad y alteridad de afectos.
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