Este artículo intenta vislumbrar los nuevos retos que se le reclama a la función directiva en estos momentos. Es obvio, que en una época de cambios constantes sea cada vez más necesario una nueva cultura de la dirección que deje de centrarse en la vertiente de un proceso técnico de gestión administrativa y burocrática de la escuela para pasar a una idea de director/a como un agente cultural en el centro, como impulsor de la investigación de los docentes en el aula y en el centro, como motor del desarrollo profesional docente, como agente promotor de la innovación curricular y, en especial, facilitador de la relación entre familia y escuela que posibilite el que se puedan alcanzar los fines educativos de la organización escolar. Es decir, de un director/a que ejerza un liderazgo asentado en las bases de un modelo transformacional, distribuido, compartido participativo, resonante y en la que se vincule el liderazgo desde la dirección con el aprendizaje integral del alumno/a. Un reto complejo pero no imposible de lograr para el buen funcionamiento, el éxito y la calidad de las organizaciones educativas
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