¿A quién admiramos más? ¿Al tipo, quizá algo pálido, quizá con un flequillo poco favorecedor, quizá con una camiseta vieja y estampada con personajes de Los Simpson, que teclea obsesivamente frente a la pantalla y se introduce virtualmente en los recovecos de los sistemas informáticos más encriptados del océano binario? ¿O al que en pie sobre el puente de su nave capitana, guedejas al viento y florete al cinto, disfraza una balandra con piratas de paja y cañones falsos, y la introduce llena de explosivos entre los buques españoles que bloqueaban la salida del lago de Maracaibo? Sigue, entre piratas, la historia milenaria de internet
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados