En los últimos años, los hábitos de compra de los hogares españoles han evolucionado al ritmo que marcaban fenómenos como la incorporación de la mujer al mundo laboral, la modificación de las estructuras familiares, el crecimiento de los suburbios residenciales o la irrupción de la inmigración como fuerza de consumo. Desde la época en la que la tarea principal del ama de casa consistía en llenar la cesta de la compra hasta la actualidad, donde el hogar tipo está formado por dos miembros trabajadores, nuestra forma de comprar y, consecuentemente, el tejido comercial del país, han variado de forma considerable. En el proceso, el pequeño comercio ha resultado el gran perdedor frente a las grandes superficies que ofrecen flexibilidad de horarios y una mayor variedad de productos
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