El Conejo Blanco con el que se encuentra Alicia en la obra de Lewis Carroll vivía bajo la maldición del reloj, agobiado por la perenne sensación de llegar tarde. No es difícil sentirse identificado con él en las sociedades desarrolladas actuales, en las que la rapidez de los transportes y de la banda ancha nos allanan caminos, pero a la vez nos abren tantos que no podemos recorrerlos todos. Hay quien propugna una vuelta a la lentitud, pero la presión de los mercados bursátiles y, como señala en un número reciente la revista Monocle, los insomnes países asiáticos y su ritmo infernal, no nos van a dejar parar.
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