Cuando uno se plantea entrevistar a uno de los altos ejecutivos más entrevistados de España, tiene que tener muy buenas razones. Y yo no he sido capaz de encontrar ninguna que pueda calificarse de muy buena. Apenas unas cuentas regulares tirando a malas. Por ejemplo, acercarme a una de las personalidades más fascinantes que habitan nuestro sector. Por ejemplo, charlar del mundo de la comunicación de marca con una persona que está en los puestos de cabeza de la organización más avanzada en la materia. Y no son buenas razones porque seguro que son las mismas que han motivado a mis antecesores. Nada diferenciador, luego, un pecado de marketing.
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