La televisión, como medio de masas por excelencia, tiene la capacidad de transmitir a través de sus contenidos pautas culturales y patrones de comportamiento que asumimos como normales o censurables. En este sentido, el medio audiovisual consigue que introyectemos como propios unos roles de género y configuremos a partir de ellos una identidad concreta. Es decir, los medios de comunicación juegan un papel determinante en la concepción social de lo que significa ser hombre o mujer. En nuestros días, productos televisivos como las series de ficción aprovechan ese poder en la transmisión y asunción de roles de género para proyectar unos determinados modelos de actuación.
Es lo que ha ocurrido en la última década con las denominadas �series para mujeres�, potenciadas por los principales canales estadounidenses debido a su atractivo y alta rentabilidad. A la estela de la pionera Sexo en ueva York han surgido otras series de renombre como Mujeres desesperadas o Mujeres de Manhattan. En apariencia, son programas que venden una imagen de la nueva mujer, independiente y emancipada, muy alejada del sexo débil. Sin embargo, estas heroínas modernas ocultan bajo el manto de su liberación (principalmente sexual) grandes frustraciones e insatisfacción continua.
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