Tras un periodo convulso, las tierras andaluzas viven un innegable esplendor cultural. Su protagonista es la Iglesia, que logra cristianizar el rico sustrato clásico precedente y pone las bases ideológicas del Reino Visigodo de Toledo. Lejos de ser un camino sin salida con la conquista musulmana del año 711, los logros culturales de la Andalucía visigótica —y en especial de uno de sus hijos más preclaros, Isidoro de Sevilla— constituirán a la postre los cimientos de la Europa medieval cristiana.
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