En este artículo se expone por qué el profesor de filosofía, además de dar clase, también tiene la responsabilidad de ejercer en el espacio público una función filosófica y ciudadana. En este sentido, el café filosófico puede constituir una oportunidad inmejorable para que el profesional de la filosofía pueda ejercer esta función pública. El filósofo tiene mucho que aportar al café filosófico (el autor analiza ocho tipo de «herramientas filosóficas») y el café filosófico puede a su vez aportarle también muchas cosas: dejarse desestabilizar por la opinión, aprender a escuchar y participar en discusiones, pero debe evitar en todo momento confiscar la palabra y ejercitar cualquier tipo de terrorismo intelectual.
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