Fruto de un concurso convocado por el Ministerio de Información y Turismo, en esta obra se recogen las características de un ambicioso programa que requería aportar algo más que un lugar para dormir en sus 120 habitaciones. El turista ya empezaba a demandar otros espacios: amplios salones para reuniones, piscinas, balneario, baños termales, saunas, terrazas para pista de baile e incluso un tablao flamenco. Todo recogido en una arquitectura austera y funcional, tan propia de la obra de Cassinello, sin concesiones formales excepto por sus habituales pilares en «V» para soportar el voladizo del acceso principal. El hotel se configura mediante un esbelto prisma de trece plantas de altura y doce habitaciones por nivel en una modulación estructural de un pórtico por cada una de ellas. Las terrazas, con vistas al mar, se configuran independizadas mediante celosías cerámicas mediterráneas, que también se usa en las barandillas.
Lo más interesante residía en la voluntad de entender el proyecto como una infraestructura urbana:
así, el volumen alto de las habitaciones se comunicaba, por debajo de la carretera existente, hasta la misma orilla de la playa donde otro volumen horizontal albergaba los programas más vinculados con el placer.
El Alcazaba Gran Hotel, que se transformó en un residencia de la tercera edad, acabó derribado en 2007 y sustituido por otro edificio de menor interés. Parece necesario divulgar y poner en valor una obra sencilla pero intensa de una arquitectura turística que ha sido demasiadas veces transformada por necesidades funcionales y que en este caso ha terminado con su demolición.
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