Este artículo analiza la figura del traductor como artesano en tres novelas argentinas de los años 1990 y 2000. Figura tradicional en la cultura latinoamericana, el traductor se caracteriza aquí por su precariedad laboral e institucional y su correlativo acercamiento material a la actividad de traducir. La representación ficcional del traductor como homo faber coincide por otra parte con el discurso de los traductores reales y las últimas orientaciones de la teoría sobre la traducción. Desde la ficción, el pensamiento reflexivo y la teoría, la traducción lee la literatura desde su especificidad material: es texto, lenguaje y estilo. Figura algo anacrónica, el traductor artesanal aparece como uno de los artífices de la autonomía crítica de la literatura.
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