El conocimiento de la técnica del arranque a strappo surge en el siglo XVIII como una evolución de los sistemas de arranque para el traslado de obras murales. Su aplicación supuso una posibilidad para conservar obras ex situ pero, también, una problemática debido a su mala praxis y, más importante, por su abuso. La teoría de conservación establece que cualquier tipología de arranque se deberá aplicar en limitadas ocasiones, ya que se trata de una de las actuaciones de emergencia para la conservación de pintura mural. Desafortunadamente, esta situación no siempre se cumple. En la conservación de grafiti y arte urbano mural, el strappo supone ser una técnica factible, en la que se considera necesario, al igual que en arte convencional, establecer unas bases de actuación para que su uso se justifique únicamente como estrategia de conservación de la obra, respetando los deseos del artista y atendiendo al concepto de arte de la misma.
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