Aquel sábado prometía para Tom Sawyer ser un día verdaderamente desdichado. Como única “distracción”, la tía Polly le había entregado una brocha y un bote de pintura, y le había ordenado pintar una cerca de madera. Pero el buen uso de las técnicas comunicativas le ayudó a terminar la jornada más descansado de lo que hubiera podido imaginar, y con recompensa añadida.
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