En 1989, cuando el Palacio de Festivales de Cannes se estremecía por las muestras de entusiasmo de los delegados ante el triunfo de Pippin, alguien dijo que ese era el gran premio mejor recibido de la historia del Festival. Es difícil confirmar ese aserto en un certamen que va por su 37 edición pero, de lo que no cabe duda, es de que el gran premio de 1990 no se ha aproximado siquiera a la unanimidad que provocó su anterior, ni a la de otros famosos grandes premios del festival. Este transcurrió, para la participación española, a la sombra de Pippin, marcado por el recuerdo de la euforia que embargaba a los españoles presentes hace solo doce meses. Con ese precedente parecía que los catorce premios, que hace sólo tres años hubiesen supuesto un récord histórico, fuesen una magra cosecha.
© 2001-2025 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados