A lo largo de su historia, la educación secundaria ha sido un espacio construido desde la lógica reproductivista de la tradición disciplinar que impone la fragmentariedad de los conocimientos que se enseñan. De ese modo, la vida escolar se asienta en la organización epistémica de cada disciplina, que se delimita como un espacio a priori definido, sin interrelación y sin una clara historización sobre la configuración de cada una de ellas.
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