Para finales del año 1991 se prevé que RTVE cierre el ejercicio arrojando un déficit de 34.000 millones de pesetas. Se plantea así la necesidad de imponer al modelo público de televisión estatal una reestructuración que le permita ser rentable y competitivo frente a las televisiones autónomas y a los canales privados. Un mercado publicitario titubeante ante la fragmentación y segmentación de las audiencias agrava la situación.
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