Desde un enfoque que comprende lo educativo como asunto político, se asume que el campo es una arena de negociación con una multiplicidad de actores, discursos y prácticas en la que se expresan diferentes formas de entender lo educativo, tanto como la sociedad que queremos construir. En este artículo, se plantea cómo la evaluación, constituyendo un tema de debate persistente a partir de su instalación en la agenda durante el neoliberalismo, se ve interpelada en tiempos de COVID-19, dando lugar a diferentes políticas y cursos de acción. A la vez, se deja expuesto el desafío de aprovechar esta interpelación para recolocar a la evaluación como parte de la enseñanza, como una instancia que tensiona el proceso de producción de los saberes puestos a disposición en el aula (contenidos, interacciones, contexto, etc.). Se propone trabajar con las contradicciones que ponen en entredicho, una vez más, a la propia estructura del dispositivo escolar que encorseta a la evaluación a objetivos y contenidos formulados de manera estanca y estandarizada que busca individualizar los méritos que le tocan a cada quien.
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