A principios del siglo XX la industria militar española estaba poco desarrollada respecto a la de los países de nuestro entorno. La mayor parte del armamento y equipamiento militar se importaba de Francia, Alemania y Reino Unido o se fa bricaba bajo licencia. La producción nacional se basaba en las reales fábricas de Trubia, Murcia, Granada, Toledo, Sevilla y Oviedo, así como en el recién creado Taller de Precisión de Artillería (aparatos de metrología industrial y óptica). Posteriormente se creó la Fábrica de Productos Químicos el Jarama en la Marañosa (1923), al sureste de Madrid. El armamento ligero se fa bricaba en instalaciones asturianas y vascas. Durante el periodo que nos ocupa, la industria militar dinamizaba la economía de los países industrializados, pero no así en España. Los ejércitos y armadas demandaban una producción similar a la que había tenido el ferrocarril cinco décadas antes. Las necesidades de la guerra afectaban a los intereses financieros e industriales, pero la débil burguesía española se mantenía ajena a la carrera armamentística y las oportunidades que generaba.
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