Alguna vez en un congreso organizado por la UNAM se debatió el asunto de la literatura, el periodismo y la comunicación. En ese espacio me encontré con un buen compañero filósofo y literato que armó el debate. Con astucia él apelaba al sentido de creación de la literatura y su discrepancia con el de recreación en el periodismo, mientras yo centraba la cuestión en las parentelas que los unía. Él marcaba con mucha inteligencia el asunto de los límites de la ficción; yo por el contrario establecía mi punto de vista desde las transgresiones que podía hacer el oficio periodístico. Finalmente en tan larga discusión cerramos el diálogo, hasta donde recuerdo, él marcando las diferencias por las que no podían ser un proceso único y yo precisando en los acercamientos.
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