Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos enfocó la búsqueda de la modernidad arquitectónica a través de la casa. Durante el conflicto, las mujeres norteamericanas desempeñaron roles industriales clave que, tras la guerra, abandonaron al verse obligadas a regresar al hogar. La industria se orientó hacia la producción doméstica, fomentando la prefabricación, el mobiliario integrado, y priorizando la cocina y sus electrodomésticos como centro multifuncional del hogar. El modelo de vivienda suburbana se convirtió en el ideal social de la familia perfecta y aunque estos cambios arquitectónicos pretendían liberar a las mujeres, en la práctica se generalizó un malestar femenino con la vida que llevaban y el espacio en el que habitaban. Muchas arquitectas y diseñadoras abordaron esta problemática en pos un estilo de vida más flexible y equitativo. Su trabajo quedó relegado a un segundo plano frente al de sus compañeros, pero su contribución generó espacios más equitativos y funcionales, lo que reflejaba la lucha por la liberación de la mujer del espacio doméstico tradicional.
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