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Te odio, te quiero: la degradación sentimentaloide de la comunicación política contemporánea (y un muestrario de evidencias)

    1. [1] Universidad Complutense de Madrid

      Universidad Complutense de Madrid

      Madrid, España

  • Localización: adComunica: revista científica de estrategias, tendencias e innovación en comunicación, ISSN 2174-0992, Nº. 28, 2024 (Ejemplar dedicado a: Inteligencia artificial y comunicación), págs. 169-198
  • Idioma: español
  • Títulos paralelos:
    • I Hate You, I Love You: The Sentimental Degradation of Contemporary Political Communication (and an Array of iIlustrations)
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      La comunicación política, según subraya la investigación contemporánea en ciencias humanas y sociales, siempre ha combinado una vertiente racional y otra emotiva. Sin embargo, el «habitus emocional» contemporáneo muestra cada vez más evidencias de que el debate racional y los datos o hechos probados quedan postergados o deslegitimados ante la primacía de los componentes emotivo-sentimentales del discurso político y la escenificación política actuales. El pensamiento postmoderno, con sus tres oleadas sucesivas de radicalización, ha logrado capilarizarse en las sociedades democráticas occidentales hasta constituir un «capitalismo emocional» que tiraniza buena parte de las discusiones públicas, las acciones de los gobernantes y las estrategias de las campañas políticas. Los excesos del sentimentalismo político son aplicados sobre todo por los movimientos populistas, pero el márketing político ofrece esas estrategias a cualquier actor social, con consecuencias a menudo dañinas para la democracia. A partir de estos aspectos el artículo desarrolla una fundamentación teórica en la línea de la denominación de «Democracia Sentimental», propuesta por otros autores. Ella se ilustra mediante una serie de casos de la comunicación política reciente (apelaciones sentimentales de presidentes de gobierno y otros dirigentes políticos, escenificaciones sensacionalistas en el Congreso de Diputados, procesos judiciales de Eduardo Zaplana y Juana Rivas, etc.). Como conclusión se plantea que la defensa de la racionalidad democrática y de sus instituciones de equilibrio requiere incorporar también dosis eficientes de emotividad para sostener la afección de los ciudadanos a la coherencia lógica de las propuestas y la prevalencia de los datos probados frente a las ensoñaciones.

    • English

      Political communication, as emphasized by contemporary research in the human and social sciences, has always combined both rational and emotional dimensions. However, the contemporary «emotional habitus» increasingly manifests compelling indications that rational discourse and fidelity to empirical evidence are relegated or even delegitimized in favor of the primacy of emotional-sentimental components in current political discourse and public performances. Postmodern thought, delineated through successive waves of radicalization, have effectively permeated Western democratic societies, culminating in the developing of an «emotional capitalism» that exerts hegemony over substantial domains of public discourse, governmental actions, and the strategic underpinnings of political campaigns. The excesses of political sentimentality are primarily wielded by populist movements, but political marketing offers these strategies to any social actor, often with harmful consequences for democracy. From these core elements, the article develops a theoretical foundation in line with the concept of «Sentimental Democracy», coined by other authors for the new type of political environment. That is illustrated through a series of recent political communication cases (sentimental appeals by government presidents and other political leaders, sensationalist performances in the Congress of Deputies, judicial processes involving Eduardo Zaplana and Juana Rivas, etc.). As a conclusion, it is argued that defending democratic rationality and its balancing institutions requires incorporating efficient doses of emotion to sustain citizens’ attachment to the logical coherence of proposals and the primacy of empirically substantiated data over fanciful conjectures in political discussions and performances.


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