La mayoría de las diferentes versiones en las que eran anotados los motetes en varios manuscritos desde el siglo XIII dan fe de la gran flexibilidad de este género. El presente artículo se centra en las pocas claves existentes en las fuentes prácticas y teóricas que indican que el modo rítmico en sí mismo estaba, a menudo, sujeto a cambios dentro de un grupo concreto de motetes. La evidencia de esta práctica se halla en un grupo temprano de manuscritos y después, de nuevo, en los posteriores, que son fuentes más orientadas hacia la liturgia, incluyendo Las Huelgas. Al principio, el primero y segundo modos podían ser intercambiados para corresponderse con textos en latín o en francés, respectivamente, y en posteriores ocasiones la combinación anotada de tercer y quinto modos, ahora considerada anticuada, podía ser interpretada simplemente como sexto y segundo modos. En ambos casos el cambio de modo aparece para representar una práctica casi improvisatoria la cual podía ser interpretada sin alterar la versión escrita, o sea, una práctica posiblemente más común que lo que indican las propias fuentes.
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