Ha sido reseñado en:
Cadernos de dereito actual, ISSN-e 2386-5229, ISSN 2340-860X, Nº. 15, 2021, págs. 600-601
Revista Aequitas: Estudios sobre historia, derecho e instituciones, ISSN-e 2174-9493, Nº. 17, 2021, págs. 575-580
Dignitas: Revista On-line sobre Derechos Humanos y Relaciones Internacionales, ISSN-e 2605-2172, Nº. 4, 2021, pág. 307
¿Es posible conocer un personaje histórico a través de la pantalla? A tratar de responder a esta pregunta se orientan las páginas que tiene el lector entre sus manos o en su pantalla. Es evidente que en los últimos veinte años los medios audiovisuales se han convertido en intensos divulgadores del conocimiento histórico, y para la mayor parte de la población, incluidos los universitarios, las imágenes vertidas en la pantalla se han convertido en la única Historia que conocen. A ello se añade el entusiasmo de una buena parte de los docentes por el uso de estas imágenes, gracias al fácil acceso a las mismas, con fines didácticos, lo que refuerza en el pensamiento colectivo estereotipos y simplificaciones que afectan directamente al conocimiento complejo de la verdad histórica. En este breve ensayo se trata de analizar la figura de uno de los monarcas más importantes de la Historia en general y de la Historia de España en particular a través de las producciones audiovisuales, para ver cuántos hechos se pueden conocer allí, pero también cuanta propaganda y manipulación han asumido o generado estas producciones audiovisuales. Desde su nacimiento hasta su muerte, en producciones españolas y extranjeras, de cine y televisión, tratando de desgranar lo verdadero, que es mucho, y lo falso que no es menos, que aparece en la pantalla ante el espectador, tanto en su representación física, como en las actuaciones y hechos que se representan, partiendo de unas reflexiones previas, a las que se dedica la primera parte del trabajo, sobre la necesaria veracidad que los productos audiovisuales deberían respetar, porque la Verdad Histórica está por encima de todo, incluso de las liberalidades artísticas. Cada lector deberá decidir por sí mismo la respuesta a la pregunta propuesta, pero lo que es innegable es que la pantalla es una realidad que ha venido para quedarse y a la que de nada sirve que los historiadores le den la espalda
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