La infancia es, si cabe, la etapa más fascinante en la vida humana, ya que a lo largo de esta se producen los aprendizajes y cambios más significativos en un ser inicialmente inmaduro, los cuales servirán de base al individuo para desenvolverse en el mundo adulto. Los contextos en que el/a niño/a se desenvuelve pueden facilitar o dificultar el desarrollo a nivel afectivo, social y psicológico en general. Siendo la familia el grupo primario de referencia y más importante, especialmente durante los primeros años de vida, es de particular importancia atender a la interacción familiar, ya que se considera un indicador del estado de las relaciones y de la salud psicológica del individuo y del grupo. Muchos estudios han demostrado la relación existente entre situaciones familiares conflictivas y agresión en el/a niño/a, además de constatar una estabilidad de la conducta agresiva a lo largo del tiempo y una capacidad predictiva de la agresión a edades tempranas con respecto a etapas posteriores del desarrollo en la vida adulta, ya que la conducta agresiva en la infancia puede actuar también como predictor de conductas futuras desadaptativas, como agresión, delincuencia o conducta antisocial, entre otras. La observación del comportamiento del/a niño/a en otras situaciones familiares y sociales aporta datos muy válidos sobre la forma en que interactúa con otros seres y en que despliega el repertorio de habilidades que comenzó adquiriendo en su entorno familiar y que ahora perfila, amplía y modifica. Esta investigación analiza desde el modelo ecológico las variables presentes en los contextos de desarrollo del/a niño/a (familiar, escolar, grupo de iguales), la relación de estos contextos entre sí y las variables individuales del propio sujeto con el fin de conocer qué factores pueden verse relacionados con el desarrollo de la conducta agresiva en la infancia. Se realizó un análisis de regresión múltiple para conocer qué variables se agrupan en orden de importancia formando un modelo explicativo de la variable dependiente, en este caso de agresión. Con respecto a las variables familiares que están presentes en el comportamiento agresivo infantil se halló una disciplina restrictiva paterna pero no materna (discrepancia educativa y restricción-permisividad); impacto negativo del/a niño/a en la familia (mala predisposición inicial a la idea de la paternidad); insatisfacción del/a niño/a con el ambiente familiar y con los/as hermanos/as y un reparto desequilibrado de tareas domésticas que fundamentalmente recaen sobre una madre que también trabaja fuera del hogar (incremento del estrés). Con respecto al contexto escolar se obtiene un modelo explicativo del comportamiento agresivo formado por variables como aversión al aprendizaje; ser rechazado/a por los/as compañeros/as; ser considerado/a como fuerte; mal comportamiento en clase; no ser considerado/a cobarde y ser víctima de otras agresiones. En cuanto al contexto formado por el grupo de iguales se aprecia una inadaptación social; elevado nivel de conflictos; ausencia de restricción social y percepción de hostilidad en los otros. Con respecto a las conclusiones fundamentales se constata que es fundamental la interacción familiar para el desarrollo de la conducta agresiva y que la presencia de rechazo, restricción o permisividad y clima familiar negativo se relaciona con el comportamiento agresivo. La conducta agresiva manifestada en el hogar es también extrapolada a otros contextos como el escolar y el social, de ahí que se desprenda la importancia de una intervención multinivel que radique en la familia y se practique en contextos sociales (escolar y social). Es fundamental el desarrollo de políticas sociales de prevención.
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