La civilización contemporánea se ha hecho dependiente del desarrollo científico y tecnológico. La secuenciación del genoma humano, la reprogramación celular, el descubrimiento del grafeno o la creación de chips capaces de imitar el cerebro son solo algunos de los avances que se han publicado en el último año y que llegarán de una forma u otra a las vidas cotidianas de todos los ciudadanos. Muchos de estos descubrimientos cambiarán por completo nuestra forma de concebir el mundo y exigirán a la sociedad conocimientos científicos para enfrentarse a ellos con capacidad para decidir y valorar tanto su trascendencia, como las aplicaciones futuras. Sin embargo, el desfase entre la esfera del laboratorio y la esfera pública sigue existiendo en España (Torres Albero et al, 2011). Es la décima potencia mundial en producción científica (Scimago Group, 2015) pero una de las últimas de la Unión Europea en alfabetización científica (OECD, 2014) y parece que esa distancia entre una esfera y otra no se reduce a tenor de la última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, 2015) en la que casi un 50% de los entrevistados reconocía tener un nivel bajo o muy bajo en conocimientos científicos y un 25% materializó esa ignorancia con afirmaciones como que el Sol gira alrededor de la Tierra.
Otros análisis también dibujan un panorama pesimista en cuanto a cultura científica se refiere como el Estudio Internacional de Cultura Científica (Fundación BBVA, 2012) que sitúa a España como el país con menor cultura científica de los 11 analizados ¿10 europeos y EEUU¿. Según este mismo informe, el 57% de los adultos españoles presenta un bajo nivel de conocimiento científico frente al 22% del promedio europeo y el 46% no es siquiera capaz de mencionar el nombre de un científico.
A esto se suman los resultados del informe Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (OECD, 2014) en el que España está por debajo de la media europea en conocimientos sobre ciencia y matemáticas, así como el descenso de un 25% en matriculaciones para carreras universitarias científicas en la última década (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2013).
Las estrategias que se han desarrollado hasta ahora para revertir la situación, como la inauguración de museos de ciencia por todo el país, la creación de programas especializados en divulgación científica, la aparición de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología o la proliferación de Unidades de Cultura Científica en las universidades y centros de investigación de todo el país han mejorado el panorama, si bien no parecen ser recursos suficientes para cambiarlo si nos ceñimos a los datos anteriormente expuestos.
La evolución de la divulgación científica en España ha crecido en paralelo al avance de la penetración de Internet como canal de comunicación. La irrupción de este medio ha sido exponencial pasando de un 12,6% en 2000 a un 68,9% de penetración en 2014 (Bauer, 2013). El impacto de la Web 2.0 en la sociedad del siglo XXI ha trascendido lo tecnológico, hasta el punto que eminentes autores como Prensky (2001) hablan de nuevos perfiles sociológicos determinados por el uso de la tecnología, es decir, nativos digitales, inmigrantes digitales y analfabetos digitales.
Evidentemente, el campo de la comunicación pública de la ciencia no ha quedado al margen del potencial de Internet como fuente de información (Miller, 2010). Los datos de la última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, 2015) así lo demuestran. Internet es el segundo medio, por detrás de la televisión, al que más se recurre para obtener información científica. Este segundo puesto se transforma en el primero para los jóvenes de entre 25 y 34 años. En torno al 80% afirma recurrir a la Red como primer canal para informarse sobre ciencia. Wikipedia, los medios digitales generalistas y las redes sociales son las principales herramientas de la Web 2.0 a las que recurren para obtener esa información y las fuentes que más confianza les inspiran son los hospitales, las universidades, los museos de ciencia y los organismos públicos de investigación (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, 2015).
Por otro lado, también ha crecido la demanda de los ciudadanos en desempeñar un papel relevante en las decisiones sobre ciencia y tecnología. La Web 2.0 caracterizada por tres valores fundamentales como son la interacción, la participación y el intercambio parece convertirse en un importante escenario para satisfacer la necesidad que tienen los ciudadanos de una mayor implicación en el sistema de I+D+i.
Todos estos datos permiten inferir que Internet es, potencialmente, un medio que puede contribuir a mejorar la cultura científica de los ciudadanos, al tiempo que fomenta vocaciones científicas ya que el consumo de los jóvenes se orienta hacia nuevos soportes, especialmente las redes sociales (Casero- Ripollés, 2012).
Además, la Red procura una desintermediación de la comunicación pública de la ciencia facilitando a los investigadores, universidades y centros de investigación el contacto directo con el público en un espacio conversacional bidireccional.
Ahora bien, ¿están las universidades y centros de investigación públicos españoles utilizando este potencial para mostrar sus resultados de investigación al público? Los académicos no centran su foco de estudio en Internet como canal para la difusión del conocimiento científico (Eveland y Dunwoody, 1998; Byrne et al, 2002) hasta 1998. Su capacidad para generar debate y discusiones sobre temas científicos es lo que ha alentado a autores, ingleses y americanos principalmente (Rogers y Marres, 2000; Triunfol, 2004; Delborne et al, 2011) a fijar la mirada en esta fuente inagotable de conocimiento para las multitudes (Shirky, 2010).
En España, los trabajos en este ámbito son casi inexistentes y aún no se ha abordado desde la literatura científica cómo los centros públicos de investigación están usando las nuevas herramientas de la Web 2.0 para satisfacer la demanda de participación de los ciudadanos en los procesos de producción científica.
Aunque Internet haya facilitado el encuentro entre científicos y ciudadanos, los medios de comunicación siguen siendo una de las principales fuentes de información científica (Miller, 2010). Es por eso por lo que, si queremos trazar un mapa de la comunicación pública de la ciencia en España a través de las nuevas herramientas de la Web 2.0, no podemos obviar las ediciones digitales de los medios de comunicación. En este sentido, es importante analizar cómo los múltiples recursos de la Red están influyendo en la cobertura de ciencia de las ediciones digitales de los medios de comunicación.
La homogeneización en la cobertura de la información científica en la prensa escrita ha sido un tema ampliamente abordado por la literatura científica (Hansen, 1994; De Semir, Ribas y Revuelta, 1998; De Semir, 2000; Stryker, 2002; Bordieu, 2003; Russell 2008). Eminentes autores en este campo han encontrado las causas de esta falta de pluralidad en la prominencia de las revistas de alto impacto y de las instituciones gubernamentales e industria como principales fuentes de información (Van Trigt et al, 1994; Entwistle, 1995; Ribas, 1998; Elías, 2002a, 2002b; Goirena y Garea, 2002; Hotz, 2002; Weitkamp, 2003; Fernández Muerza, 2005; Veneu, Amorim y Massorani, 2008; Williams y Cliford, 2009; González-Alcaide et al, 2009). Un protagonismo que, en el caso de las publicaciones científicas especializadas, ha provocado, además, una tendencia a la internacionalización de las noticias, ya que la mayor parte de los resultados que se publican en las mismas son de origen inglés o norteamericano (Einsiedel, 1992; Bucchi y Mazzolini, 2003; Fernández- Muerza, 2005; Project for Excellence in Journalism, 2006).
Otros de los aspectos destacados por los académicos en cuanto al análisis de la cobertura de ciencia en prensa escrita es la selectividad, referida a la priorización de unos temas sobre otros. La mayoría de los trabajos apuntan a la medicina y la salud como el área protagonista e incluso hablan de ¿medicalización¿ de las noticias científicas (Einsiedel, 1992; Jerome, 1986; Pellechia, 1997; Bucchi y Mazzolini, 2003 y Weitkamp, 2003).
Hasta qué punto se mantiene esta tendencia en lo que se ha dado a conocer como periodismo científico alimentado con cuchara (Russell, 2008) en las ediciones digitales de los periódicos y cómo está afectando a la imagen que se proyecta de la ciencia española es un enfoque de estudio escasamente abordado por los académicos hasta ahora.
En este contexto se desarrolla el presente estudio que pretende acercarse a la realidad actual de la comunicación pública de la ciencia a través de Internet y de la Web 2.0, centrándose en dos actores principalmente, los centros públicos de investigación (universidades públicas y Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y las ediciones digitales de los cuatro periódicos españoles de mayor audiencia, El País, El Mundo, ABC y 20 minutos (Comscore, 2012).
Para ello, la metodología empleada ha consistido en el diseño de dos checklist ad hoc orientadas a los ítems de interés de cada objeto. Así, en el caso de los centros públicos de investigación se ha estructurado en tres partes: uso de las herramientas, conectividad (entendida como número de seguidores) e intensidad (referida al número de publicaciones en cada herramienta analizada).
En lo que respecta a las ediciones digitales los valores de interés se han concentrado igualmente en tres aspectos, a saber, cuantificación de la cobertura de la información científica, homogeneización de la información y selectividad (referida a las áreas científicas más noticiables).
El periodo de estudio ha comprendido tres meses de diferentes años, a saber, del 1 al 31 de diciembre de 2012, 2013 y 2014 para poder determinar la tendencia de futuro en la comunicación de la ciencia 2.0.
Los resultados obtenidos, tanto en lo que se refiere al uso de las herramientas de la Web 2.0, como a la cobertura de la información científica en los medios digitales, dibujan un panorama no muy positivo para la comunicación pública de la ciencia en España (Olvera-Lobo y López-Pérez (2013a, 2013b, 2014a, 2014b, 2015); López-Pérez y Olvera-Lobo, 2015a, 2015b). Aunque las universidades públicas y los centros de investigación están empezando a utilizar la potencialidad de Internet para ¿conversar¿ con los ciudadanos, ese diálogo no está siendo excesivamente fructífero ni en términos de interacción, por la baja conectividad que presentan los perfiles en las redes sociales, ni en cuanto a difusión de resultados científicos, ya que conforman una mínima parte de los contenidos publicados.
La evolución hacia el uso de estas herramientas es de crecimiento, pero la efectividad de la comunicación que desarrollan se mantiene en niveles bajos a pesar del paso de los años. Esto hace replantearse la forma en la que los centros y universidades están aprovechando la potencialidad de este importante canal.
En lo que se refiere al tratamiento de la información científica en las ediciones digitales de los medios de comunicación la situación reflejada por los datos no es más favorable. Los resultados obtenidos concluyen que las ediciones online, más allá de superar los hándicaps de homogeneización y selectividad presentes en la cobertura en la prensa escrita, lo han acentuado.
No solo por la prevalencia de unas áreas sobre las demás, sino también por el protagonismo de dos revistas en los tres años analizados, Nature y PNAS. En torno al 40% de las noticias hacen referencia a una revista de alto impacto como fuente y, de ese 40% estas dos revistas son las que mantienen una presencia mayor hasta 2014, cuando también se suma Science entre las más relevantes. Nature constituye una de las fuentes más recurrentes en las ediciones digitales al igual que lo era en las versiones impresas de los periódicos (Ribas, 1998; De Semir, 2000; Goirena y Garea, 2002; Elías, 2002a, 2002b; Fernández-Muerza, 2005; González-Alcaide et al., 2009; Pérez-Bahón, 2010). En este punto es importante señalar que en ningún medio aparece referida una revista española en todo el periodo analizado.
La selectividad también es un resultado contrastado en el trabajo que aquí se presenta. E incluso podemos seguir hablando de ¿medicalización de la información¿ ya que la biología y la biomedicina son el área con mayor protagonismo los años 2012 y 2014. El interés social y mediático de estas disciplinas influye sin duda en su protagonismo. A esa ¿medicalización¿ le añadimos una ¿astronomización¿ de la información, si es que este término pudiera ser admitido, ya que esta disciplina ocupa un lugar prevalente en las noticias científicas españolas, llegando a ser el área protagonista en el año 2013. La fuerte presencia de la NASA como fuente informativa puede explicar esta relevancia que la información sobre astronomía está adquiriendo en los medios españoles.
Otra de las conclusiones destacables es que los trabajos científicos realizados por investigadores españoles han perdido protagonismo en las ediciones digitales de los periódicos españoles frente a los desarrollados por centros o instituciones internacionales. Solo en torno a un tercio de las noticias científicas publicadas en medios de comunicación españoles hacen referencia a una fuente de ámbito nacional. En cuanto a la tendencia a la ¿americanización¿ de la información científica, que ya apuntaban estudios anteriores en prensa escrita (Einsedel, 1992 y Bucchi y Mazzolini, 2003), se mantiene también en las ediciones digitales de los periódicos españoles. En los años 2013 y 2014, más de una tercera parte de las noticias mencionan a una institución científica americana. Estos resultados apuntan a una dependencia de estos medios de las agencias de información y de los departamentos de comunicación de importantes centros de investigación internacionales, la mayoría de ellos localizados en Norteamérica.
Así, sirva este tesis doctoral como una reflexión de la necesidad existente en España de generar trabajos de investigación en el ámbito de la comunicación pública de la ciencia que aborden desde la conceptualización de la disciplina, hasta la evaluación de las actividades que ya se están desarrollando para acercar la ciencia a todos los públicos. Solo lo que se describe, analiza y estudia se vuelve real.
Y ahora más que nunca es importante conocer la realidad para contribuir a que la esfera pública y de laboratorio se unan en un diálogo enriquecedor y democrático que permita que España siga avanzando en ciencia, pero también en cultura y conocimiento.
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