Desde tiempos remotos la ciudad ha desempeñado un papel fundamental en el proceso de personalización social del ser humano. La ciudad, como escenario de convivencia, de conflictos y de ciudadanía, instaura nuevas formas de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales. En este contexto, como espacio socioeducativo, tiene la responsabilidad de apuntar hacia la formación de valores cívicos -competencia de la escuela, aunque no de manera exclusiva- para atender las formas heterogéneas de los grupos humanos que la habitan, y sus aspiraciones. Es importante que la institución educativa se plantee la búsqueda del saber científico, teórico y práctico del concepto de ciudadanía social con su contenido de significados en cuanto a las responsabilidades, derechos, identidades y pertenencia a un universo cercano de múltiples complejidades y contrastes, pero también de posibilidades de transformación en un hábitat propicio al quehacer del ciudadano.
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