Hay tópicos indisolublemente unidos al Festival de Cannes. Uno de ellos es que cada edición es cada vez de inferior calidad a la anterior. Otro, que las platas son mejores que los oros: Un tercero, que el gran premio no es la mejor película, pero sí la que puede agradar a mayor cantidad de gente y extiende una idea políticamente más favorable de la publicidad. La edición de este año parece haber querido responder al pie de la letra a los dos primeros, y disentir radicalmente del tercero.
Al margen de las ideas generales que expresan los asistentes, el análisis del festival como competición requiere, al menos, un comentario para cada una de las subcompeticiones que son las 23 categorías que lo componen.
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