Lo bueno de un festival como el de San Sebastián es que todavía tiene dimensiones más o menos humanas. Con 500 películas resulta abarcable para una mente media dispuesta a la síntesis. Lo malo de un festival como el de San Sebastián es que está tan cercano en el tiempo y en la proximidad de sus protagonistas, que se hace difícil enjuiciarlo. Como cada año, nos hemos encontrado palmas y quejíos, grandes películas que pasaron desapercibidas para el jurado y películas mediocres que terminaron laureadas. La semana pasada decíamos que la cosecha de 1989-90 ha sido de transición. Comprobémoslo ahora en detalle.
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