Muchos y fundamentales alimentos vinieron de América y se difundieron por Europa, diseminados por manos españolas, asumidos por la cúspide social como novedad o moda, y consumidos luego por las personas desfavorecidas como paliativo de las recurrentes hambrunas.
Al punto de que aquellos exóticos productos se fundieron con las gastronomías vivas y formaron parte de ese patrimonio culinario que el Parlamento Europeo, hace ahora un año, consideró digno de estudio y conservación al aprobar el informe de iniciativa sobre los aspectos culturales y educativos de la gastronomía europea. Así que lo llegado de América, vía España recién nacida, encontró en Europa su destino natural y forma parte indubitada de nuestra cultura comunitaria.
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“Es rocío celestial”: el chocolate en las artes y la literatura de la España moderna.
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