El trabajo que aquí se presenta, es un análisis de las oportunidades de futuro del sector audiovisual tras la reciente aparición de pantallas, que no requieren una ubicación concreta y estática, porque son más ligeras y transportables, que actualmente ocupan un enorme protagonismo en el sector audiovisual y seducen especialmente a los más jóvenes con la fórmula del ¿anything, anywhere, anytime¿ .
Estos dispositivos hacen converger en la misma pantalla a cuatro sectores productivos que hasta ahora operaban de manera casi independiente: audiovisual, telecomunicaciones, informática y fabricantes de equipos. Al integrarse en estas pantallas, el primero sigue proveyendo contenidos, se produce una convergencia broadcast ¿ broadband hasta ahora desconocida para el segundo, además todos estos soportes disponen de un sistema operativo que antes sólo estaba presente en ordenadores y por último, los fabricantes de equipos no se limitan a situar en el mercado sus productos, sino que pretenden formar parte activa del nuevo negocio audiovisual.
En este panorama convergente, los contenidos dejan de ser competencia exclusiva de los radiodifusores. Nos encontramos en una fase reciente de este nuevo paradigma mediático, y son los usuarios los encargados de generar tendencias de uso, que posteriormente son seguidas por la industria.
Como ya ocurrió con la llegada de los televisores y años más tarde con los ordenadores e Internet, este periodo actual es de adaptación al medio; aún habrá que dejar pasar el tiempo para explotar el 100% de la capacidad de las nacientes pantallas. Para ello es importante no caer en los mismos errores del modelo ¿todo gratis¿ de Internet. Esta fórmula no genera ingresos y no es una forma viable de sustentar la oportunidad de negocio que se plantea. Aún así, parece que los usuarios se muestran menos reacios al pago por contenidos. La tecnología ha transformado al consumidor en un cliente muy impaciente, y poco dado a las esperas. Los dispositivos móviles, que siguen el modelo productivo 24/7 han acelerado las demandas de estos usuarios, por norma general difíciles de fidelizar y exigentes con las marcas.
En los últimos años hemos asistido a la eclosión de las TIC . El descenso de los precios de los componentes informáticos y de las líneas de Internet (fijas y móviles) favorecía que, a finales de 2011, en nuestro país el 73% de los hogares contase con algún tipo de ordenador (ONTSI, 2012), un 91,5% dispusiese de teléfono móvil y un 60,6% tuviera acceso a Internet.
Si hasta ahora hacíamos referencia a la industria generada en torno a estos nuevos productos, el receptor final es otra figura a tratar. Desde la llegada del televisor, ha ido adquiriendo un papel más destacado; en el primer estadio de esta evolución, en la paleotelevisión , se le consideraba espectador o público, por su condición pasiva, tiempo después, con la neotelevisión pasa a ser audiencia (Cortés Lahera, 2001: 11) y toma el poder del mando a distancia. En el momento actual podríamos considerarle usuario, porque interacciona con el medio y busca el contenido que desea, no el que el programador decide emitir, potenciando la libertad audiovisual, frente al flujo obligatorio (Menor, 2010).
Los más jóvenes han integrado los dispositivos portátiles en sus vidas de forma natural y espontánea. La juventud es, desde la modernidad, ese espacio resultante de la dilatación de la etapa comprendida entre la infancia y la madurez (Menor, 2010). Desde hace tiempo cumplir nueve años, (coincidentes en edad con la primera comunión) puede considerarse como la puerta de entrada a esta etapa, donde como regalo de iniciación se entregaba hasta hace muy poco un reloj. Las edades cada vez más tempranas de incorporación al mundo móvil (Fundación Orange, 2011b) podrían llevarnos a sospechar que su ingreso se produce en ese momento, y que los objetos de iniciación en la etapa preadolescente y las relaciones con su entorno han cambiado.
Prensky (2001) distingue entre ¿nativos digitales¿ e ¿inmigrantes digitales¿ para referirse a los que nacieron en la época de Internet y se desenvuelven de forma natural por los entornos digitales, frente a los que han tenido que adaptarse para no ser excluidos de la evolución tecnológica.
Todo esto no habría sido posible sin la completa digitalización de las señales televisivas, que supuso un reto sin precedentes para la industria audiovisual. Alcanzó tales dimensiones que se hizo necesario instituir una entidad que marcase los ritmos del apagado analógico, como fue Impulsa TDT .
El negocio tradicional vive en estos momentos una situación de enorme fragmentación; no sólo por la multiplicación de los canales televisivos, sino también por la proliferación de nuevas pantallas, que facilitan modelos audiovisuales alejados del broadcasting tradicional y por tanto, apartados de las vías convencionales de monetización.
Frente al narrowcasting al que se refería Cortés Lahera (2001), que venía apoyándose en las tecnologías que surgieron con el digital, como la fibra óptica, los satélites y el cable, ahora nos enfrentamos a un escenario Cross TV, donde satélite, cable, IPTV, TDT e Internet se cruzan y compiten en un mismo receptor.
Se habla de distintos tipos de soportes móviles audiovisuales, diseñados y estimados por los jóvenes, que configuran una novedosa valoración mediática, que exige la convergencia de distintas funciones comunicacionales, donde se establezcan nuevos lenguajes y determinen sus contenidos, su información, escritura, visualización o audición; porque incluso estas innovaciones tecnológicas carecen de carácter empresarial propio, de tratamiento específico, de valor de mercado, de conocimiento de sus productores y definición de sus usuarios.
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