El envejecimiento de la población es un fenómeno característico de las sociedades desarrolladas. Los avances de la medicina, la generalización de hábitos de vida más sanos, la higiene y el ejercicio físico, han producido un incremento espectacular en la esperanza de vida.
Actualmente, es indiscutivle la relación existente entre la nutrición y el estado de salud, y particularmente en el colectivo de ancianos en el que la aparición de algunas deficiencias es especialmente frecuente, por lo que es preciso que la persona mayor se alimente de forma variada y en cantidad suficiente.
Tal y como han sugerido algunos autores, en el colectivo estudiado se ha encontrado que el consumo elevado de lípidos, especialmente grasa saturada y colesterol, y el déficit de algunos micronutrientes, se ha asociado con alteraciones en las capacidades afectiva, mental y psicomotora en ancianos.
En concreto, la deficiencia de folatos se ha relacionado con una mayor incidencia de síntomas depresivos e irritabilidad, así como con una peor situación funcional y cognitiva. Asimismo, aportes insuficientes de otras vitaminas del grupo B (B1, B2, B6), se han asociado con un mayor deterioro intelectual, físico y afectivo.
Además, una ingesta insuficiente y/o niveles séricos inadecuados de vitaminas antioxidantes (A, C y E), se asocian igualmente con una disminución de sus capacidades.
Por otro lado, en líneas generales, la peor situación dietética en cuanto a los minerales suele acompñarse de mayores incapacidades físicas, emocionales e intelectuales.
En base a todo ello, parece recomendable aconsejar a los ancianos el seguimiento de dietas equilibradas que aporten cantidades suficientes de todos los grupos de alimentos para evitar la aparición de déficits.
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