Siendo todavía estudiante de la licenciatura en Psicología, y gracias a una beca de colaboración de la Universidad Autónoma de Madrid, comencé a trabajar con Cristina del Barrio, Kevin van der Meulen, Héctor Gutiérrez y Ángela Barrios en un proyecto que indagaba las concepciones de los niños1 y adolescentes del fenómeno del maltrato entre iguales en los centros escolares. Este inicio en el mundo de la investigación coincidió con el desarrollo de mi practicum en un departamento de orientación de un instituto de educación secundaria. Desde entonces, ambos contextos han estado presentes en mi interés de estudio: la convivencia y la escuela. Gracias primero a una beca de Tercer Ciclo de la Universidad Autónoma de Madrid, y después a una beca de Formación de Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación, tuve la oportunidad de continuar mi carrera investigadora. Los primeros proyectos, con un corte más teórico aunque siempre con el objetivo de tener repercusión en la práctica, han derivado en los últimos años en la implementación en los centros, y en el estudio de sus efectos, de programas de mejora de la convivencia tanto de centro (como los programas de ayuda entre iguales) como de aula (el programa Equipar para educadores). Ambos enfoques me han hecho querer abordar la convivencia escolar desde los procesos que pueden potenciar su desarrollo y no solo desde los procesos que la debilitan. Y al adoptar este enfoque educativo, la participación de los estudiantes en sus centros y en sus aulas surge como un elemento del progreso de la convivencia.
La participación del alumnado en los institutos de educación secundaria, es decir, de los adolescentes, se relaciona con tres sólidas líneas de investigación dentro del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. En primer lugar, la participación es un derecho recogido entre los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, y socialmente se reclama la necesidad de protegerlo, garantizarlo y darlo a conocer entre sus usuarios. En segundo lugar, podemos abordar la participación desde su contribución al campo de estudio del desarrollo del conocimiento social. Incluiremos también los estudios, que desde un punto de vista más Siendo todavía estudiante de la licenciatura en Psicología, y gracias a una beca de colaboración de la Universidad Autónoma de Madrid, comencé a trabajar con Cristina del Barrio, Kevin van der Meulen, Héctor Gutiérrez y Ángela Barrios en un proyecto que indagaba las concepciones de los niños1 y adolescentes del fenómeno del maltrato entre iguales en los centros escolares. Este inicio en el mundo de la investigación coincidió con el desarrollo de mi practicum en un departamento de orientación de un instituto de educación secundaria. Desde entonces, ambos contextos han estado presentes en mi interés de estudio: la convivencia y la escuela. Gracias primero a una beca de Tercer Ciclo de la Universidad Autónoma de Madrid, y después a una beca de Formación de Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación, tuve la oportunidad de continuar mi carrera investigadora. Los primeros proyectos, con un corte más teórico aunque siempre con el objetivo de tener repercusión en la práctica, han derivado en los últimos años en la implementación en los centros, y en el estudio de sus efectos, de programas de mejora de la convivencia tanto de centro (como los programas de ayuda entre iguales) como de aula (el programa Equipar para educadores). Ambos enfoques me han hecho querer abordar la convivencia escolar desde los procesos que pueden potenciar su desarrollo y no solo desde los procesos que la debilitan. Y al adoptar este enfoque educativo, la participación de los estudiantes en sus centros y en sus aulas surge como un elemento del progreso de la convivencia.
La participación del alumnado en los institutos de educación secundaria, es decir, de los adolescentes, se relaciona con tres sólidas líneas de investigación dentro del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. En primer lugar, la participación es un derecho recogido entre los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, y socialmente se reclama la necesidad de protegerlo, garantizarlo y darlo a conocer entre sus usuarios. En segundo lugar, podemos abordar la participación desde su contribución al campo de estudio del desarrollo del conocimiento social. Incluiremos también los estudios, que desde un punto de vista más (ONU, 1989). Existen movimientos bastante consolidados que suponen la implicación de toda la ciudad para promover la participación de sus jóvenes (Barceló y Pimentel, 2002). Un ejemplo es la creación de la Red de las Ciudades Amigas de la Infancia bajo el patrocinio de UNICEF.
En el marco escolar, por su parte, encontramos que los objetivos de la educación que recoge la legislación en nuestro país vigente hacen referencia a la necesidad de que el alumnado participe en sus centros y a la necesidad de que se forme al alumnado para que sea capaz de participar de manera constructiva en la sociedad. Así, la participación se convierte en un medio y en un fin de la educación. Por otra parte, el modelo de escuela que se intenta promover en la actualidad es el de una escuela democrática (Bolívar, 1999; Print, 2007; Santos Guerra, 2003a) y una escuela inclusiva (Ainscow, Booth y Dyson, 2006; Booth y Ainscow, 2000; Echeíta 2006, 2008). Ambos movimientos tienen en la participación de los estudiantes uno de sus pilares y pretenden identificar las barreras a las que se enfrenta esa participación para superarlas. También fuera de nuestras fronteras se ha iniciado un movimiento que pretende dar voz al alumnado en los procesos relacionados directamente con su educación (Rudduck y Flutter, 2003; Rudduck y Fielding, 2006). La implantación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía en muchos países, entre ellos recientemente el nuestro, y de las competencias básicas en educación, entre ellas la competencia social y ciudadana, apoyan también el interés de la participación en el sistema educativo.
Sin embargo, la bibliografía hasta la fecha se centra en su mayor parte en las experiencias concretas que se llevan a cabo en los centros o en todo caso en el análisis de la experiencia participativa real de los estudiantes, por ejemplo, en el Consejo Escolar. Así, es habitual encontrar la participación del alumnado entre las buenas prácticas reconocidas en los centros ya sea como un requisito para lograr la mejora de la convivencia (por ejemplo, a través de la elaboración conjunta de la normativa o de la puesta en práctica de programas de ayuda entre iguales) o para favorecer el aprendizaje (por ejemplo, a través de metodologías cooperativas). No obstante, los estudios que se basan en las concepciones de los estudiantes acerca de su participación son escasos. ¿Cómo perciben los estudiantes su participación en su centro y en sus clases? ¿Qué ventajas e inconvenientes encuentran en este proceso? ¿Qué les motiva a participar? ¿Qué les impide hacerlo? ¿En qué participan? ¿En qué les gustaría participar? ¿Se representan igual la participación los chicos y las chicas? ¿Y los que han tenido un papel activo como agentes de participación? Contestar a estas preguntas forma parte de los objetivos de esta tesis. Conocer las concepciones de los propios estudiantes sobre los fenómenos en los que están involucrados ha mostrado ser un punto de partida valioso en diversas áreas de conocimiento educativo y social. Además ¿los chicos y las chicas están en la mejor situación para proporcionarnos información de su propia situación¿ (Save the Children, 2003, p.6). Consideramos, en realidad, que cualquier intervención para aumentar la implicación política y social de los jóvenes debe partir de sus concepciones acerca de lo que es y debe ser un buen ciudadano. Entre otras cosas para detectar posibles disonancias cognitivas entre sus representaciones y el planteamiento del enfoque de intervención que podrían hacer éste poco eficaz. Este es el objetivo general del trabajo que se desarrolla en los capítulos siguientes, organizados según la estructura que se describe a continuación.
En el primer capítulo, tras una definición de los conceptos de ciudadano y participación, se alude a la relevancia del tema de estudio como un derecho de la infancia y la adolescencia y como un elemento que puede contribuir al estudio del conocimiento social. Dado que es un tema cuya comprensión está influida por los tres tipos de conocimiento social (social propiamente dicho, moral y psicológico), en la segunda parte de este capítulo se revisarán trabajos empíricos que en cada uno de estos ámbitos abordan la participación de los adolescentes de una manera directa o indirecta, a través de otros aspectos que pueden mediar la misma.
En el segundo capítulo, el foco de atención se traslada a la escuela. Así, se justifica la participación de los estudiantes como un objetivo de la educación obligatoria recogido en la legislación educativa vigente, y como un elemento en el que se sustenta el modelo de escuela inclusivo y democrático. Por otro lado, se reflexiona acerca de la repercusión que la participación del alumnado tiene en el clima de las escuelas y en la convivencia en las mismas. En la segunda parte del capítulo, se revisan las medidas de centro y de aula que se han propuesto para favorecer la participación y la implicación cívica de los estudiantes. Y por último, nos centraremos en los estudios que han abordado el proceso de participación del alumnado así como los distintos tipos de participación que los estudiantes pueden llevar a cabo.
Una segunda parte de la tesis de carácter empírico se centra en las concepciones de la participación por parte de estudiantes de secundaria de distintos centros y edades. El tercer capítulo describe los objetivos perseguidos, el diseño de investigación para dar respuesta a los mismos y las hipótesis planteadas. El capítulo cuarto está constituido por un estudio por medio de cuestionarios centrado principalmente en las representaciones de los alumnos acerca de la figura del delegado en el que han participado todos los estudiantes de un único centro de secundaria. En el capítulo quinto se presenta un segundo estudio por medio de entrevistas de las concepciones acerca de la participación como objetivo y como proceso educativo en el que han participado alumnos de tres centros de secundaria. Para finalizar, se extraen las principales conclusiones de ambos estudios y se discuten los resultados en relación con otros estudios centrados en el mismo tema.
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