En las últimas décadas las transformaciones sociales que provocan el incremento de la heterogeneidad en los mercados laborales -grupos de individuos diferentes en cuanto a edad, género, tipos de formación o de experiencias-, precisan la adopción de una visión diferente. Contar con recursos humanos diversos, y capacitados, ya no parece suficiente. Sus disímiles aportaciones, habilidades, puntos de vistas e ideas, que influyen tanto en el funcionamiento de los grupos de trabajo, como en el desempeño organizativo, deben ser integrados.
Desde esta perspectiva, se requiere de organizaciones que no sólo valoren la importancia estratégica de su capital humano, sino también la necesidad de integrar y coordinar el perfil heterogéneo de sus empleados. El éxito organizativo depende, ahora, de la red de relaciones sociales, entre empleados u organizaciones, construída sobre una base de confianza y cooperación, que facilita la comunicación, la interacción y el flujo continuado de información y conocimientos, lo que otorga a la organización la posibilidad de mejorar su desempeño y obtener una ventaja sostenible sobre sus competidores. En definitiva, se identifica el capital social como un complemento imprescindible del capital humano.
El propósito de esta tesis es analizar si el capital social, como recurso estratégico, puede moderar los efectos de la diversidad, en especial los relativos al conflicto relacional, mejorando el desempeño. Para conseguir el objetivo propuesto, se han revisado dos campos de la literatura: la Teoría de Capital Social y Gestión de la Diversidad, buscando puntos en común y complementariedades que nos permitan diseñar un modelo integrado.
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