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La educación emocional del adolescente entendida como integración de acuerdo con la maduración neuropsicológica

  • Autores: José Víctor Orón Semper
  • Localización: Inteligencia Emocional y Bienestar II: reflexiones, experiencias profesionales e investigaciones / coord. por José Luis Soler Nages, Lucía Aparicio Moreno, Oscar Díaz Chica, Elena Escolano Pérez, Ana Rodríguez Martínez, 2016, ISBN 978-84-608-4847-9, págs. 124-139
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • español

      La educación emocional del adolescente viene urgida socialmente al descubrir las consecuencias de su ausencia en problemas como el alcoholismo, la drogadicción, las relaciones sexuales prematuras, los trastornos de impulsividad, el fracaso escolar, el conflicto social y otras. La urgencia de tal situación ha llevado a que inicialmente se haya puesto el acento en fomentar la regulación emocional y posteriormente se han ido agregando nuevos objetivos como el bienestar, despertar sentimientos positivos� Aun comprendiendo el interés de estas iniciativas descubrimos que considerada así la educación emocional, acaba siendo como una intervención paralela al proceso madurativo propio del joven. Consideramos que sería más ajustado a la maduración neuropsicológica abandonar un paradigma regulatorio de la emoción y pasar a un paradigma integrador de la emoción.

      La maduración neuropsicológica del adolescente se estandariza en la triada: las funciones ejecutivas (toma de decisiones, monitorización de una tarea, atención, inhibición, cambio de tareas...), la identidad personal y la socialización (Blakemore, 2008, 2012;

      Crone y Dahl, 2012; Crone y Güro, 2013; Pfeifer y Blakemore, 2012). Y es la identidad la que unifica las tres, ya que es en la adolescencia cuando se resuelve el binomio identidad/confusión (Erikson, 1997).

      El paradigma de la educación emocional como integración lleva a insertar la maduración emocional dentro de la tríada mencionada. Ya no se trata de regular emociones sino de que las emociones se integren de tal forma que el adolescente pueda realizar actos globales-personales desde una identidad.

      La educación emocional deberá ponerse al servicio de esta situación madurativa del adolescente. La investigación neuropsicológica nos confirma que durante la adolescencia se está dando una maduración estructural y funcional global que es soporte de esto mismo. Por ello pensamos que los aspectos de relieve emocional deben de abordarse dentro de su marco madurativo propio. Y si el primero es bajo la clave de la integración el segundo también deberá serlo. Veremos cómo esto lleva a que la educación emocional deba abordarse como educación global de la persona y lo que ello significa afectando a temas aparentemente lejanos como el mundo de creencias personal (Dweck, 2000).

    • English

      The necessity of teenager emotional education is demonstrated by verifying the consequences of its absence: alcoholism, drug abuse, premature sexual relations, impulsivity disorders, school failure, social conflict and so on. The urgency of this situation has put initially the emphasis on encouraging emotional regulation, and subsequently new objectives such as welfare or inciting positive feelings are proposed to be implemented.

      Although the interest of these initiatives is justifiable, we consider that this way to tackle emotional education ends up being a parallel intervention to the own maturational process of adolescents. Instead, we believe it would be more in line with neuropsychological maturation leaving a regulatory paradigm and assuming an integrative paradigm of emotion.

      Neuropsychological maturation of adolescents is expressed in the triad of 1) executive functions (decision-making, task monitoring, attention, inhibition, task switching ...), 2) personal identity and 3) socialization (Blakemore, 2008, 2012; Crone & Dahl, 2012;

      Crone & Guro, 2013; Pfeifer & Blakemore, 2012). Adolescence is characterized by a consolidation or confusion of personal identity (Erikson, 1997), which is understood as the integration of these three elements.

      The paradigm of emotional education as integration leads to include emotional maturity within the mentioned triad. The goal is no longer regulate emotions, but to integrate emotions so that the adolescent can make global-personal acts from a self-defined identity.

      Emotional education must be at the service of this maturational status of the adolescent.

      Our perspective is supported by neuropsychological research, which confirms that global structural and functional maturation is taking place during adolescence. Therefore, we think that emotional issues should be addressed within their own maturational framework.

      Thus, both should follow an integrative, rather than a regulatory, perspective.

      Emotional education should be addressed within the global education of the person.

      This means that apparently distant issues from emotional education, such as the world of personal beliefs, should be included in new educational strategies (Dweck, 2000).


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